Caminaba por la calle y una vez más: se caían los anteojos, el pelo, las pestañas y el cuerpo todo, sólo con las manos atinaba a un equilibrio imposible, con la sensación precisa de un despertar abrupto.
Los trozos de luz reflejados por los autos, filtrados por la sílice amorfa de las ventanas, caminaban desde el asiento trasero hasta la puerta del medio en el sesenta y siete casi vacío. Ese que recibía en la espalda las mismas piedras líquidas que ( ) observaba escurrirse por los intersticios rosados de su recuerdo. Sí, pensaba en él, aunque (se) había prometido no hacerlo. Su imagen tatuada era más poderosa que la mojabilidad de esa lluvia impertinente.
Él era eso. Eso que quería, pero que no quería querer. Filos suaves. Navajas terminadas en terciopelo. Canciones que van y vienen como suben y bajan; puntas redondas, cambio súbito, aceleración sorpresa y contraste. Una tortilla de papas crujientes y con el huevo crudo. B i e n c r u d o .