Luego de algunos días de masticar vidrio decidí explayar mis debilidades en papel virtual. En algún punto se parece al otro, aunque inevitablemente me recuerde al tercer año del
colegio secundario cuando engañaba a mi profesora de mecanografía haciéndole
creer que efectivamente había hecho la tarea en una máquina de escribir.
Nunca es preciso el momento en el que uno empieza a sentir incómodo el cuerpo, pero se hace efectivo un instante
antes de pensar que podría caerse un trozo de ventana y degollarlo sin que eso
represente un problema. Lo cierto
es que hace quizá una semana, un mes, que se viene expresando el “gene del mal” entre los huesos y la carne, y hoy me despabilé sintiéndolo. Pensamientos de variada índole cruzaron la típica sinapsis haciendo evidentes algunas fallas: la idea de tener o no hijos, la continuidad de la vida como la proyecté hace algunos años, la incomodidad de una casa-ruido, una casa-alfombra-que-alguna-vez-fue-beige, las ganas negativas de hacer cualquier cosa que implique más de dos minutos de cavilaciones. Sólo por citar algunos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario