Agua hexagonal que camina por mis vértebras, en un único movimiento ascendente en el que no se distingue el origen. Al llegar al pecho lo atraviesa describiendo una curva, alcanza la cabeza y sublima instantáneamente en una gran ola de vapor suspiro que recorre el centro de mi boca; continúa, azarosa, y finalmente impone presión sobre la cara interna de las fosas, que como válvulas perfectas logran expulsarla. Emana preguntas que sólo abrigan una respuesta: sí, me parece.
En el interior el frío persiste, me obliga a temblar, pero en la superficie de la piel se siente otra vez el verano y en el cráneo la pesadez de la insolación. En los pies, los copos de nieve y las medias abrigadas que no son.
La punta de las manos frías que ya no pueden sentir, insisten sin embargo y se mueven sobre
esto.