domingo, 19 de mayo de 2013

domingo (2)

Agua hexagonal que camina por mis vértebras, en un único movimiento ascendente en el que no se distingue el origen. Al llegar al pecho lo atraviesa describiendo una curva, alcanza la cabeza y sublima instantáneamente en una gran ola de vapor suspiro que recorre el centro de mi boca; continúa, azarosa, y finalmente impone presión sobre la cara interna de las fosas, que como válvulas perfectas logran expulsarla. Emana preguntas que sólo abrigan una respuesta: sí, me parece. 

En el interior el frío persiste, me obliga a temblar, pero en la superficie de la piel se siente otra vez el verano y en el cráneo la pesadez de la insolación. En los pies, los copos de nieve y las medias abrigadas que no son. 
La punta de las manos frías que ya no pueden sentir, insisten sin embargo y se mueven sobre 



esto.

domingo, 12 de mayo de 2013

aprendiendo al revés

Se acercaba mi hora difícil en días como hoy, las seis de la tarde. Como hacía tiempo no pasaba, se me dio por publicar en el caralibro una reflexión de lo más interesante (a.k.a. irrelevante):

«La necesidad de hechos sobrenaturales, apariciones inesperadas o explosiones de emoción se hace más intensa los domingos alrededor de las dieciocho. 
La mejor sorpresa duerme en dejar de plantearse estas ausencias. Apaguemos la mente».

Pasaron las horas entre parcial malo y parcial aceptable, mate amargo que fue tendiendo suavemente al pantano de palillos hinchados, mientras corregía cansadamente. Alrededor de las nueve de la noche, logré dar con el punto final en mi tarea (sería más exacto referirme al número final, pero el mejor entendimiento me obliga a cometer ciertas infidelidades en el relato.) La cuestión es que logré volver al libro que estaba leyendo con gran avidez, para encontrarme con un sopapo de los que imprimen una sonrisa grande. Mario Levrero: culpable.

Fauna / Capítulo X (extracto)

«Me gustaría que alguna vez, aunque fuese por un rato, la fantasía se adueñara del mundo y que imprevistos maravillosos vinieran a alterar los cursos diabólicamente previsibles. [...] Que una mañana yo pudiera despertarme temprano sintiéndome plenamente feliz. Pero es inútil: nos gobierna la entropía, y todo lo que se deja librado al azar culmina en desastre para el protagonista».

Cualquier parecido con mi realidad es mera causalidad. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

de los mails largos y los fuegos artificiales

Estoy convencida de que cada vez que me surge un impulso por escribir un mail largo, en su defecto tengo que arrimarme acá y escupir esas verdades de alguna forma algo disfrazada (o tal vez no, total, escribo para mí). Casualmente, cuando decido enviarlos, esos mails carecen de respuesta. Entonces, ¿para qué abrir esa puerta, si acá no hacen falta las devoluciones? 
Debería escucharme más seguido, evitar las desconexiones causadas por necesidades ridículas, esas gestadas en la ansiedad irrefrenable que provoca el recuerdo de un beso profundo. De un abrazo apretado. Muchas veces quisiera clonarme con la excusa de "tengo tanto para hacer que necesito otra yo". Mentira, la verdadera razón esconde dos propósitos: que una se encargue de pensar y sobreanalizar todo lo fútil, y que además abrace y bese de vez en cuando a la otra, la que vive la vida plenamente, que no le teme a la soledad. Por el momento hay más de la primera que de la segunda. Pero se acerca una versión mejorada, una que no necesita un holograma de sí misma. Sólo falta que tome consciencia real de la dicotomía y se deje de hacer pelotudeces, como por ejemplo, enviar mails largos.